Por más vueltas que se le dé es imposible encontrar algo de lógica en el ancestral odio a los judíos. Es incomprensible. Han sido perseguidos y expulsados de todos los países europeos. Durante la Edad Media los echaron de Inglaterra, Francia, Portugal, España, Austria, Hungría, toda Italia, etc. En España se llegó a inventar que crucificaban niños (el Santo Niño de La Guardia, 1490, que nunca existió) para quemar judíos, igual como siglos después se inventaría que los curas y monjas contaminaban el agua, para asesinar religiosos. En Rusia la policía zarista llegó a inventar Los Protocolos de los Sabios de Sión en 1902 para justificar los pogromos. Desde 1918 hasta los años 30 hubo pogromos en Polonia, Rumanía y en Palestina (la matanza de Hebrón, perpetrada por árabes palestinos). La judeofobia en América competía con la europea durante las guerras mundiales, Adolf Hitler tenía una foto de Henry Ford en la pared (es el único americano que cita en Mein Kampf), cuyo periódico antijudío solo dejó de editarse cuando los cristianos más liberales y los propios judíos boicotearon sus productos en 1927. Los sucesivos pogromos en países árabes (desde Palestina 1929 hasta Libia o Iraq, hacia 1945) produjeron una emigración masiva a Israel. La historia de ese pueblo es de las más extraordinarias y al mismo tiempo triste que pueda imaginarse.
Pocas veces lloró Jesús de pura lástima. Ante el cuerpo sin vida de su amigo Lázaro, ante la iniquidad humana en el Huerto, y ante Jerusalén. Siempre la inevitabilidad del destino. "Cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz!" Pero Israel estaba ciega y sorda, así que continúa Jesús: "sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes. Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo de tu visitación" (Lc 19:41-44). La tierra de los profetas iba a ser asolada, nada quedaría de ella: "¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa se os deja desierta (Mt 23:37,38).
Y entonces, cuarenta años después de pronunciadas tales palabras por el Hijo de Dios, Jerusalén fue destruida. Tal y como profetizó Daniel: "después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el Templo". El príncipe fue Tito, hijo de Vespasiano y por entonces todavía no emperador, al que se conoce por el apelativo que le dio su pueblo: "Delicia de la Humanidad". "No se dejó nada a los que allá se cree que ha sido habitada", cuenta Flavio Josefo, quien añade que 1.110.000 personas fueron asesinadas y 97.000 esclavizadas. Un tal nivel de absoluta destrucción solo se había visto en Cartago, con la gran diferencia de que los judíos serían perseguidos y esclavizados por todas las naciones, hasta llegar a los campos de exterminio socialistas y nacional socialistas. Pero el dibujo del destino continúa en las escrituras, no solo cosas más o menos anecdóticas (recuperación de la lengua perdida, del siclo, florecimiento del desierto, etc) sino un verdadero mapa del futuro hasta la invasión llegada de extremo oriente, la construcción del tercer templo, el fin y el nuevo principio. Aquellos supervivientes, judíos y cristianos, se dispersaron por toda la Tierra esperando su regreso... porque habría un regreso cuando el tiempo de los gentiles fuera cumplido: "sabed entonces que su destrucción ha llegado (...) Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan" -Lucas 21 20-24. Pues cumplido aquel tiempo "yo os tomaré de las naciones, os recogeré de todos los países y os traeré a vuestro país" (Ez 36:24,29). Son decenas, o cientos, las profecías describiendo la diáspora, y otras tantas contando el regreso a Jerusalén: luego todo Israel será salvo, como está escrito: «Vendrá de Sión el Libertador» (Ro 11:25-27).
Así fue. Cumplido el tiempo de los gentiles hace 64 años, en mayo de 1948, echaron a los británicos y nació el Estado de Israel. "Acontecerá en aquel día que el Señor ha de recobrar de nuevo con su mano, por segunda vez, al remanente de su pueblo (...) Alzará un estandarte ante las naciones, reunirá a los desterrados de Israel, y juntará a los dispersos de Judá de los cuatro confines de la tierra" (Is 11:11,12). Por esto, la mera existencia de Israel es una afrenta para el islamismo, una ideología política que además se pretende religión.
Desde el final de la segunda gran guerra, la doctrina nacional socialista encontró acomodo entre los musulmanes, ya fuera en su versión más laica, como el Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baaz), principalmente en Siria e Iraq, hasta todas las derivaciones de Hermanos Musulmanes que hacen el saludo romano (todos, desde la OLP hasta Hamas). Todos sienten admiración por el nazismo y todos pretenden imitarlo para "terminar el trabajo". Este movimiento neonazi, que ellos llaman islamista, tiene además poderosos aliados especialmente en el progresismo europeo. Flotillas de la Libertad, sanchezgordillos, titiriteros o etarras, todos apoyan el nuevo nazismo.
Hamas ha boicoteado todas las elecciones en Palestina hasta el año 2005, cuando Israel salió de Gaza y el ejército israelí expulsó por la fuerza a todos sus ciudadanos judíos. En 2006 se presentó y ganó las elecciones en la Franja, y desde entonces no ha permitido que se celebren otras. Inmediatamente fueron destruidas todas las sinagogas, los invernaderos y muchas de las infraestructuras creadas por judíos. En 2007 se desató la guerra civil entre palestinos, Hamas contra Al Fatah, dando muestras de una crueldad insuperable, y la lluvia de misiles contra civiles israelíes regresó con más fuerza.
Desde el año 2001, los terroristas palestinos han lanzado sobre Israel una media de 1.000 misiles anuales, unos 13.000 en total, y han sembrado de atentados suicidas el país. Hamas tiene preferencia por los niños suicidas, y las mujeres suicidas, las únicas consideradas "persona" entre islamistas. Otra de sus características es la utilización de escuelas, mezquitas y hospitales como depósitos de armas y para ubicar lanzaderas de cohetes. Hamas siempre juega esa baza dado que su guerra es mediática, no le importan las víctimas, lo fundamental es salir en los telediarios. Si matan civiles judíos con misiles o niños bomba, estupendo; si les contestan destruyendo una lanzadera y tienen suerte, morirá algún civil palestino (mejor si es niño) con lo que el resultado será óptimo. Lo más inquietante en la actual escalada de terror es que los cohetes Qassam, 15 kilómetros de alcance, han dado paso a los Fajr-5, hasta 75 kilómetros, fabricados en Irán. En los últimos días han alcanzado Tel Aviv y Jerusalén, pese al impresionante escudo antimisiles israelí, el Iron Dome.
Eso es lo más inquietante... de modo inmediato. El verdadero problema actual está más allá de Israel o Palestina, en Irán y resto de países bajo su influencia. A finales de octubre cuatro aviones israelíes arrasaron una fábrica de armas en Sudán, que forma parte de un complejo militar, matando a dos personas, y un drone israelí (avión no tripulado) destruyó un convoy al sur de Jartum con 200 toneladas de municiones, incluyendo cohetes, destinados a Gaza. Por otra parte, los misiles libios han corrido por medio oriente hasta llegar a Hamas y a Hizbula en Líbano. Siria, envuelta en una guerra civil, está perdiendo el control sobre sus armas de destrucción masiva, especialmente químicas. Los países antes neutrales, como Egipto o Túnez, están ahora bajo control islamista. La frontera de Egipto con Palestina es un laberinto de túneles con capacidad para pasar camiones o, lo que busca Hamas, drones.
Por todo esto y por una vez, los líderes occidentales, desde Obama a Merkel, se han apresurado a defender Israel frente a los ataques de Hamas. Pero los islamistas de Gaza juegan en una liga distinta, su objetivo no es vencer militarmente a Israel, algo imposible, sino recuperar ese gran plató de televisión llamado Palliwood que emita imágenes de sus mártires (reales, falsos o imaginarios), y crear una campaña de propaganda que ponga contra las cuerdas a Al Fatah en Palestina y al resto de aliados islámicos. Su objetivo es crear el caos que pueda favorecerles en la primavera islamista. Por parte de Israel se puede sintetizar el conflicto con una comparación: imaginemos que dos pequeños territorios frontera con España, uno al sur como Gibraltar, y otro al norte, Andorra, lanzaran misiles de una tonelada y 75 kilómetros de alcance sobre españoles. Esa es la amenaza de dos grupos terroristas, Hamas e Hizbula, desde Gaza y Líbano, sobre tres millones de civiles israelíes.
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