Su definición del problema dhimmi español (min. 06:12), el del buenismo tonto-útil y lo que sí es islamofobia, es exactamente el que intenté explicar en «La quinta invasión. Islamismo 711-2011». Su desmontaje de la Alianza de Civilizaciones (min. 07:00) recorre mi libro de principio a fin, desde el prólogo y la contraportada, es decir, que no existen distintas civilizaciones y que se trata de elegir entre civilización o barbarie.
«No creo en la Alianza de Civilizaciones. Yo creo que no estamos en un choque de civilizaciones... es un choque entre civilización y barbarie. ¿Y a quién sitúo en cada lugar? La civilización son todos aquellos que defienden los valores de la libertad... eso es civilización: la lucha por las libertades. ¿Y qué es barbarie? Las dictaduras del petrodólar, los radicales, los imanes que en nuestras mezquitas dicen cualquier barbaridad, que consideran que las mujeres no tienen derechos, que los niños se pueden convertir algún día en sahid (terrorista suicida)... eso es la barbarie... condenar a muerte a disidentes, mujeres, homosexuales, eso no es civilización. Eso es barbarie».
Otro tema en el que coincidimos plenamente es sacar la inmigración de la ecuación, y así lo expuse clarísimamente en el libro. No se trata de inmigración, se trata de ideología totalitaria compartida por indígenas y foráneos, se trata de que los islamistas, desde Webislam hasta Mustafá Setmarian, son tan españoles como tú o yo. Desde el minuto 12:34 Rahola lo explica con mucha elocuencia. Sirva también en este caso el prefacio de mi libro, que pueden leer completo haciendo clic aquí:
«La quinta invasión no son las familias inmigrantes o los trabajadores que llegan, ni los estudiantes, viajeros, exiliados o cualquiera que busca respirar en paz. Estas personas, muchas de ellas huyendo de un opresor Estado islámico, son, o deberían ser, una riqueza más para nuestro país. La quinta invasión es una segunda ola que sigue sistemáticamente a cada diáspora, guardianes de la ortodoxia islámica que vienen para extender su control sobre los que huyeron, y penetrar, posteriormente, la sociedad occidental hasta someterla».Por supuesto, cuando un imam como el de Lleida infecta con su basura a jóvenes, inmigrantes o no, en lugar de darles una subvención y sentarlos con el alcalde (que es lo que se hace ahora) hay que expulsarlos. Como dice Rahola: «Hay que expulsarlos, pero sin problemas y desde el progresismo: hay que expulsarlos».
En cuanto pueda leer su nuevo libro haré una reseña en condiciones. De momento, sirva esto como entrante para la lucha de esta mujer que admiro.
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