lunes, 17 de enero de 2011

El perro de Mahoma

El pasado 8 de enero, a propósito de mi libro «La quinta invasión. Islamismo 711-2011», me invitaron a una entrevista en la radio. Como necesitaban un especialista en procesos judiciales, les sugerí María Ponte, la penalista del Sindicato Profesional de Policía y abogada de la asociación de víctimas catalanas. Lo interesante venía después, participando en un debate con quien me describieron como un representante del islam moderado. El musulmán moderado en cuestión es el presidente de una agrupación leridana -Asociación Watani para la Libertad y la Justicia- y se define a sí mismo como "defensor de los inmigrantes" o "defensor de la mujer musulmana". A pocos minutos de comenzar me comunicaron que se suspendía la parte del debate, puesto que el musulmán moderado declinaba finalmente la invitación, así como el invitado mahometano de repuesto, que tampoco quería asistir. Su actitud es bastante normal, viene a ser aquello de ¿para qué vamos a exponernos nosotros si tenemos dhimmis que nos hacen el trabajo sucio? Actitud que les aplaudo y, justo es reconocerlo, muestra una elevadísima eficacia. Solo una vez, creo, he visto un debate en España con representantes muslimes, y era Pilar Rahola con otra feminista que casi se comen al piadoso contertulio.

Entre los éxitos de ese "musulmán moderado" que no asistió al debate, se cuenta haber presentado un recurso contencioso administrativo contra la prohibición municipal del burka, en Lleida -ciudad maravillosa en la que viví más de un año- según dicen "para defender a la mujer musulmana" (¿defenderlas de qué? ¿del sol?). También lleva las gestiones para que el rey de Marruecos, Mohamed VI, financie la construcción de otra mezquita en la ciudad catalana, o para ocupar las calles con sus rezos colectivos, concretamente rezar los viernes al mediodía en la plaza Sant Joan.

Ahora parece que los heroicos muyahidines catalanes han empezado otra campaña en Lleida, prohibir los perros, noticia de la que me entero por La Yihad en Eurabia, haciéndose eco de alerta digital. Estos grupúsculos islamistas (no falla, todos son por la paz, la libertad, por la justicia, etc), cumplen básicamente dos objetivos: pillar subvenciones y oprimir a las personas de cultura musulmana, con una derivada perniciosa, al hacer que se ignore la individualidad de cada cual para que pasen a ser miembros de un colectivo, del cual se erigen en representantes.

Y se preguntarán ustedes: ¿por qué los perros hieren la delicada sensibilidad musulmana? ¿qué han hecho los pobres canes -aparte de lamerse el cimbel- para merecer tal desprecio?


Nadie tiene muy claro qué narices le pasaba a Mahoma con los perritos, y es prácticamente imposible deducir un consenso entre los distintos tipos de fanáticos seguidores de sus ocurrencias. En el Corán se cita al perro tres veces. En la primera referencia (7:176-177) es a modo de insulto, parecido a aquello de perros infieles. Por el contrario, en la fábula de La Caverna, capítulo 18, se reproduce la historia que narró el obispo Jacques de Saroug en el siglo VI sobre siete jóvenes cristianos que, huyendo de las persecuciones, se refugiaron en una cueva por 300 años. El perro de aquellos jóvenes guardó fielmente la entrada todo ese tiempo. Por último, en 5:4 se hace referencia a las comidas, diciendo que se permite comer lo que se obtenga mediante un perro de caza. El ayatolá Jomeini añadió seis normas para la caza con perros, a cual más estrafalaria.
El asunto parece que se remite principalmente a un hadiz de Aisha, una de las mujeres de Mahoma, aquella que desposó a los seis años pero tuvo la deferencia de esperar a su noveno cumpleaños para desvirgarla. Dice Aisha:
Gabriel prometió al mensajero de Dios venir a su casa a cierta hora. Pero la hora pasó sin que él llegara. Él tenía en su mano un bastón, lo lanzó diciendo: Ni Dios ni sus ángeles faltan nunca a su palabra. Entonces se volvió y vio de pronto un cachorro sobre su cama. Él dijo: ¿Cuándo ha entrado este perro? Yo dije: Por Dios que no lo sé. Él ordenó sacarlo inmediatamente. Gabriel llegó entonces. El mensajero de Dios (Mahoma) le dijo: Me has prometido venir y me he sentado a esperarte, pero no has venido. El ángel dijo: Me lo ha impedido el perro que estaba en tu casa. Nosotros no entramos en una casa donde hay un perro o una imagen. Al día siguiente, Mahoma ordenó matar los perros. -Hadices de Aisha
Otro hadiz dice que Mahoma ha ordenado matar los perros y ha enviado hombres a los cuatro rincones de Medina para que los perros sean matados. En otro más Mahoma dice que los ángeles no van en compañía de las gentes que tienen un perro o una campana. No está claro sin embargo si su animadversión es hacia todos los perros o especialmente contra los perros de color negro, y así lo atestiguan varios hadices. En uno de ellos Mahoma dice: La plegaria es interrumpida por el paso del asno, de la mujer y del perro negro (en algunas versiones se añade a esta lista de impuros el infiel). A veces habla de impuros capaces de interrumpir la oración refiriéndose a el perro negro y la mujer teniendo sus reglas. Cuando le preguntaron por qué el perro negro, y no uno blanco, pardo o canela, respondió que el perro negro es un Satán.
La norma, comprensible en un contexto judeocristiano como aquel, podía haberse quedado en la prohibición de entrar animales al lugar sagrado, como se hace en templos e iglesias, incluso considerando aquella tienda de Mahoma como tal (al fin y al cabo, era allí do moraba su profeta). Pero no. El actual Estado de Arabia Saudí, por ejemplo, tiene consideración todo él de lugar sagrado, una gran mezquita, por eso te meten en la cárcel si llevas una Biblia. Ya se sabe que los beduinos suelen tomarse las cosas a la tremenda (en aquella época no pasaban de 3.000, y ya ven la que liaron), así que los perros se convirtieron en «animales impuros» allá donde hubiera un mahometano.
No se salvan ni los perros lazarillo (en algunos sitios intentan sustituirlos con caballitos ponis), ni los perros policía. En Pakistán, una fatua de Maulana Abdul Hakim Haqqani niega que cualquier prueba policial conseguida con perros en operaciones antidroga tenga validez, y recuerda a los musulmanes del mundo que “perros y cerdos son las criaturas favoritas de los judíos”, lo que viene a ser como mentar la bicha.
En Irán, el Ministerio de Cultura y Orientación para el Islam ha prohibido toda publicidad de perros, de comida para perros y de productos para mascotas, después de que el ayatolá Nasir Makarem Shirazi hiciera pública una fatua en junio que arremetía contra los canes, dictaminando que son «animales impuros», que sus dueños estan «ciegamente imitando a Occidente» y que su devoción a los animales «resultaría en comportamientos malvados». Un mes después, en julio, sacaron otra importante medida cultural: la prohibición de ciertos peinados, como las colas de caballo, el pelo pincho y el mullet ochentero para las mujeres. Para varones, se permite la raya al lado o el tupé Elvis (no pregunten las razones, la sublime sutileza musulmana excede nuestra comprensión).
En Teherán existe un centro de detención para perros, que son secuestrados acusados del delito de «paseo en público». Ahmadinejad, sin embargo, tiene derecho a tener 4 perros (los mismos que esposas, cuatro), siempre que sean perros de guardia (y esposas legales, no del harén). Los compró en Alemania, y se hizo fabricar una fatua para reconocer su derecho a tenerlos «en tanto su uso sea limitado a garantizar la seguridad». La policía moral iraní, que ya existe en su versión leridana, aclara que «las relaciones amigables con los perros son una ciega imitación de las costumbres occidentales», así que nada de caricias ni palmaditas en la cabeza, nada de pasear por el parque. Como dice el propio Mahoma según el hadiz transmitido por Abu Dharr (su primo) a Abd Allah ibn al-Samit, «las mujeres, los asnos y los perros tienen la capacidad de anular la oración del musulmán». El perro y la mujer, o el asno, se poseen para uso y disfrute del amo musulmán, varón. A cada cual lo suyo.

El perro es el mejor amigo del hombre

Frente a la Corte de Warrensburg, en Missouri, se erige una estatua del perro Old Drum (viejo barril). El monumento conmemora el proceso de Burden contra Hornsby, por el asesinato a sangre fría de Old Drum, en 1870. En el alegato final, el abogado, congresista y senador George Graham Vest pronunció las siguientes palabras que le dieron la victoria:
Caballeros del Jurado:

El mejor amigo que un hombre pueda tener, podrá volverse en su contra y convertirse en su enemigo. Su propio hijo o hija, a quienes crió con amor y atenciones infinitas, pueden demostrarle ingratitud. Aquellos que están más cerca de nuestro corazón, aquellos a quienes confiamos nuestra felicidad y buen nombre, pueden convertirse en traidores.

El dinero que un hombre pueda tener también podrá perderlo, se volará en el momento que más lo necesite.

La reputación de un hombre quedará sacrificada por un momento de locura o debilidad.
Las personas están dispuestas a caer de rodillas para honrar nuestros éxitos, serán los que arrojen la primera piedra, cuando el fracaso coloque nubes sobre nuestro porvenir.

El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta, el único que no lo va a traicionar o negar, es su PERRO.

Caballeros del jurado, el perro de un hombre está a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Dormirá en el frío piso donde sopla el viento y cae la nieve, sólo para estar junto a su amo.

Besará la mano que no tenga comida para ofrecerle, lamerá las heridas y amarguras que produce el enfrentamiento con el áspero mundo.

Si la desgracia deja a su amo sin hogar y amigos, el confiado perro sólo pide el privilegio de acompañar a su amo para defenderle contra todos sus enemigos.

Y cuando llega el último acto, y la muerte hace su aparición y el cuerpo es enterrado en la fría tierra, no importa que todos los amigos hayan partido. Allí junto a la tumba, se quedará el noble animal, su cabeza entre sus patas, los ojos tristes pero abiertos y alertas, noble y sincero, más allá de la muerte.
Elogio del perro, George Graham Vest
En España, la relación entre hombres y perros viene, al menos, desde Atapuerca, y la tradición nos lleva desde aquella perrita que perdieron los conquistadores en Ámerica, que al año encontraron esperándoles en la playa, hasta los hidalgos que no ha mucho vivían con lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Pasaron 750 años desde que San Francisco de Asís osara hablar del lobo como hermano hasta que Félix Rodríguez de la Fuente nos hiciera ver que el lobo es nuestro perro más querido. El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta, el único que no lo va a traicionar o negar, es su perro.
El profeta del Islam no hubiera estado de acuerdo, su cultura es otra (respecto a cultura y revisionismo, Horacio Vázquez-Rial, La versión islámica de la historia, publicado en el suplemento de libertaddigital.com). Igual le pasó como a aquel otro cánido que disparó al cazador. El hombre, en Bielorrusia, se acercó al zorro tras dispararle desde lejos; el animal herido se resistió ferozmente y en la lucha apretó el gatillo con su garra, mandando al cazador al hospital con una pierna herida. El zorro —¡bien por él!— escapó. Comprensible sería que el bielorruso guardara eterna inquina contra los zorros, o no, depende de la mezquindad de cada cual.
Lo que es seguro a la luz de los hadices y su biografía, es que Mahoma tenía perro, ese que hizo a Gabriel ponerse estupendo y dar media vuelta. Tuvo al menos uno hasta que les cogió manía e hizo matar a todos. Y hoy, 1.400 años después, hay gente que nos quiere imponer sus piadosas costumbres.

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