lunes, 22 de octubre de 2012

Indignados Shore


¿Qué pasa? dice el cámara; corre, que hay una tía enseñando las tetas, contesta el redactor. Me quité la camiseta y el sujetador y me arrodillé ante los policías, explica la elfa. Mariano, un antidisturbios cuarentón al que le tocó currar ese día, estaba a punto de declinar amablemente el ofrecimiento (ahora no, gracias, que estoy trabajando, ya si eso después), pero no hizo falta. Una avalancha de cámaras, fotógrafos y periodistas se precipitó sobre la maciza para captar la escena (las dos escenas, una y dos). Cinco minutos después, un maromo exaltado de fervor revolucionario se despojó de sus ropas, quedándose en gayumbos, pero nadie le hizo caso. Ella es un icono, tú un pringado, le suelta un periodista al pasar.

Querían bautizarlo "otoño caliente" pero se ha quedado en reallity show, una especie de Gandía Shore sin anabolizantes. Vivimos en un gran plató de televisión youtube, con manifestaciones en las que hay más periodistas que indignados, un desfile cutre que convierte mujeres hombres y viceversa en una exquisitez cultural. Masas de jovencitos pelean por ver quién será el elegido, quién merece el honor de salir en La Sexta hablando del franquismo o en Intereconomía quemando curas (son así de modernos). Ambas opciones son igualmente valoradas (al fin y al cabo, quienes convocan el numerito son esas dos cadenas), y la chavalada acude rauda al llamado de la fama.


Cuenta la musa de los indignados que solo quería rezar a la diosa Isis y pedir más amor en el mundo. Pero con tetas, sin tetas no hay paraíso. A la última jovencita que se le ocurrió arrodillarse en Sol y rezar, casi se la comen. Aferraba su rosario entre lágrimas mientras un calvo vestido de lagarterana le escupía blasfemias a la cara. Para ser indignadamente respetado hay que rezar mirando a Raticulín, o al menos enseñar el culo. Hasta el calvo travesti hubiera mostrado devoción ante un buen culo.

Resultó que en realidad todo era una campaña publicitaria para promocionar la película "Saving Isis", dirigida por la elfa y narrada por esa gran dama de la interpretación, Pilar Bardem. Un anuncio de 20 segundos emitido gratuitamente en prime time. Para ampliar tan sublime experiencia religiosa salió, una semana después, portada y desplegable a color Interviú.
Hay varias normas para manifestarse. La primera, "estas son nuestras armas", que consiste en poner cara de pacifista y filmarlo con el teléfono antes de linchar a alguien. La segunda, antes de liarse a reivindicar el espíritu de Estalin es obligatorio gritar: ¡no somos de derecha ni de izquierda! (inmediatamente después ya se puede cantar la internacional). Tercera, "esto que se vea, ¿eh?", por la que todo indignado que lance un pedrusco sobre la cabeza de un policía, debe llevar un buen móvil para grabar en vídeo la respuesta, o dicho en perroflautil: "la salvaje agresión fascista" del funcionario. En ese momento se vuelve a la primera regla, sacas un libro de Saramago y gritas muy convencido: ¡estas son nuestras armas! (cara de pacifista y lo subes con el ipad).

Un chavalín de aspecto afeminado enarbola una bandera preconstitucional, pone cara de malote y grita no sé qué contra el fascismo. Lo rodean media docena de fotógrafos, a ver si hace algo. Está contento. El joven lleva una camiseta con la cara del Carnicero de La Cabaña (Ernesto Che Guevara), el único entre los dictadores que se atrevió a levantar campos de concentración donde torturar a homosexuales. A su lado otro individuo porta orgulloso una bandera con el careto de Lenin. Pero no dan juego, la prensa los ignora. Más allá hay lío, ¡vamos! dicen los cámaras.
Un dirigente de IU, de 24 años, Rafael García de Vinuesa, lidera a una banda de quinceañeros para asaltar el colegio salesianos de Mérida, al grito de "¡Dónde están los curas que los vamos a matar!" El estalinista se reivindica con aportaciones intelectuales de nivel: "Contra la patronal, amonal, amonal", mientras pide que se libere a los etarras ("presos políticos" en perroflautil) y que se juzgue al director de La Razón por sus "acciones fascistas".

Pero el gran premio "Cojo Manteca" de esta edición es, sin duda, para el camarero-héroe. Todo un símbolo de la lucha ciudadana contra el Estado fascista represor. El tipo se plantó abriendo los brazos ante su bar, para impedir que la policía ("franquista", dijo) entrara y atacara a los pacíficos refugiados. Luego denunció una supuesta agresión policial, aunque más tarde retiró la denuncia. Las imágenes no dejaban lugar a dudas. Ahí estaba él, un jabato, parando las balas con su cuerpo. Desfile triunfal de platós, gira mediática a tutiplén, parabienes y elogios al gran héroe... Todo era mentira. En dos vídeos que ha hecho públicos la Unidad de Intervención Policial, se ve claramente que el camarero no salió a defender a un joven, ni a impedir que entrara la policía, sino a pedir a los manifestantes pacifistas que dejaran de lanzar piedras y botellas contra su local. En un momento dado fue atacado y la propia policía lo protegió, esa es toda la relación policial con semejante sujeto. El mentiroso compulsivo gritaba histérico, y alcanzó la fama. Bravo por él, que lo metan en un reallity con la elfa y el estalinista, a ver si pillan cacho y se dejan de tonterías, se lo han ganado. La escena completa, aquí. Y no, aunque lo parezca no es una manifestación de fotógrafos. A partir del minuto 4 se aprecia la gran actuación de nuestro héroe, dejando en mantillas a los del Actor Studio. Esto que se vea, ¿eh? dicen los indignados, porque lo único importante es el espectáculo televisivo. Como dijo Warhol, por fin tenemos todos nuestros cinco minutos de gloria. Estás nominado. 

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