No es el buen salvaje, aquella alma caritativa descrita por Cristóbal Colón cuando creyó haber encontrado el paraíso original. Es el moro bueno, otro de los grandes arquetipos universales de la cultura española, como el pícaro o don Juan, que nació en el Romancero y fue sustento para la fantasiosa literatura del Romanticismo. Entre ambos, Cervantes no pudo hallarlo, si acaso alguna mora que por renegada y enamoradiza merecía menos su desprecio; y Shakespeare lo intentó con otro renegado al servicio de un reino cristiano, pero omitiendo cualquier mención a su ideología islámica para que no apedrearan a los actores.
Tras el Romanticismo, aquella fascinación por la esclavitud y los harenes llenos de hermosas mujeres, lo del moro de paz pasó a mejor vida esperando su momento. Secuestrar, mutilar y esclavizar mujeres sigue siendo exótico para el idiota occidental, pero ya no es chic. A finales del siglo XX reaparece bajo la consigna "musulmán moderado", y a principios del XXI nuestro "musulmán moderado" es, además, "indignado" primaveral. Desde entonces andan nuestros políticos y "gentes de la cultura" (una forma de llamar al mercenario de los políticos) buscando un moro bueno sin encontrarlo.
Durante esta semana el analista de temas islámicos Daniel Pipes ha recordado uno de esos libros de éxito internacional que blanquean el islamismo, edición de lujo, lleno de fotos. Cita un párrafo que resume el libro: «Endeble y decadente en tiempos, la remota civilización de los árabes está siendo asolada hoy por revitalizantes vientos de cambio. Un fructífero tipo de desorden está reemplazando al viejo patrón inmóvil de vida». Parece de hoy mismo, hablando de primaveras árabes, pero en realidad se trata del volumen titulado El Mundo Árabe, publicado en 1962 por la revista Life. Hace medio siglo ya consideraban el islam pasado como “endeble y decadente”, mientras que su presente estaba marcado por “revitalizantes vientos de cambio”. ¿Son cosas mías o hay una marmota escondida?
Toda la segunda mitad del siglo XX identificó al "moro bueno" con mahometano socialista y panarabista. Un año antes de salir el citado libro, en 1961, terminó el experimento de unir Egipto y Siria en un solo país socialista. Dos años después, 1964, el artífice de aquella unión, Gamal Abdel Nasser, fue condecorado por Nikita Khrushchev con el título de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin, además de pasar a presidir la más alineada de las asociaciones, el Movimiento de Países No Alineados. Nuestro moro era bueno porque era un moro progresista, una especie de santo laico para que el aparato propagandístico occidental pudiera exhibir a su mascota, el buen moro socialista. Pero la historia y las hemerotecas son crueles, así que nuestras "gentes de la cultura" deben ignorarlas si quieren seguir aferrados al mito. La realidad no debe imponerse a los mitos, faltaría más, aunque siempre hay algún Winston Smith molestando al Ministerio de la Verdad.
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Así que desde comienzos de siglo anda el mundo islámico sustituyendo a la Internacional Socialista por eso que llaman democracia. En octubre de 2001, habiendo transcurrido menos de un mes desde los ataques al World Trade Center y el Pentágono, se inicia la invasión de Afganistán. En 2003 caía Sadam Husein en la República Socialista de Irak, que presidía el Partido Socialista Árabe Baaz y cuyo lema era “Unidad, Libertad, Socialismo”. En Palestina mientras tanto, gobierna Al Fatah, miembro consultor de la Internacional Socialista. Cuando a principios de 2005 realizaron elecciones en Gaza, la banda terrorista Hamas logró una aplastante victoria, e inmediatamente se enzarzaron en una guerra civil que todavía dura. En diciembre de 2010 se iniciaba la revuelta de Túnez contra el régimen de Ben Alí, presidente del Rassemblement Constitutionnel Démocratique, miembro pleno de la Internacional Socialista. El 25 de enero se desataban las protestas en Egipto contra el régimen de Hosni Mubarak, presidente del Partido Nacional Democrático y miembro pleno de la Internacional Socialista. Ese mismo mes empiezan las revueltas en Libia, contra el régimen de Muamar al Gadafi, creador y presidente de la Jamahiriya Árabe Popular y Socialista. El «Che Guevara árabe», lo llamaban, «líder fraternal y guía de la revolución». Lo mismo para el Estado Socialista de Siria con Bashar al Assad, presidente del Partido Árabe Socialista Baaz. En definitiva, todo el armazón musulmán socialista que empezó con Gamal Abdel Nasser en el Egipto de los años cincuenta, se vino abajo. Nasser, presidente del Partido Unión Árabe Socialista, ya no es un referente para los musulmanes. El experimento de combinar dos ideologías totalitarias, socialismo e islamismo, había terminado.
El gran arabista español, Serafín Fanjul, describe perfectamente el mito: «Frente al moro "fino" (en el sentido de astuto) o el moro de guerra, la literatura crea el buen moro, para poder tratar con él, al menos a través de la ficción y la lectura». Es una proyección del voluntarismo occidental, americano y europeo, que sigue incansable su infructuosa búsqueda. Como dice Fanjul: «no significa que no haya musulmanes tranquilos y pacíficos, sino que como categoría política tal personaje es inencontrable». Nuestro buen salvaje es bueno porque no existe. Al caníbal hay que llamarlo indígena, se come al que pilla pero lo hace moderadamente; al que asesina mujeres y homosexuales se le inscribe en un cursillo de rehabilitación, siempre sin ofender sus "peculiaridades culturales". Porque el islamista es en el fondo moderado, un moro bueno, aunque él no lo sepa.
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