Además de histéricos como Javier Bardem, Almodóvar o Alejandro Sanz,
quien llegó a compararse con los niños muriendo de Sida en África, se
escuchan voces de personas habitualmente sensatas. Individuos como Sanz
prefieren ignorar que precisamente son las abusivas patentes de
medicamentos las que condenan a los infectados de VIH en el tercer
mundo. De ellos es comprensible, defienden su estatus, lo de los
habitualmente sensatos es puro desconocimiento.
Decía esta mañana Luis del Val: es como si hubieran cerrado una librería que permitiera a la gente robar los libros. Pues no, ni siquiera en una biblioteca, que sí permite tomar un producto comercial, usarlo gratis y devolverlo. Lo que han cerrado es un almacén. Un depósito en el que cada usuario guarda sus archivos y, si quiere, los comparte con quien quiera.
Cuando un creador diseña una silla, cobra por su trabajo. Posteriormente la empresa transforma su trabajo en un producto físico, una silla (un dvd, un libro papel). Copiar ese producto final, físico, y venderlo, es piratería; compartir la idea y hacerte una silla parecida para tu propio uso, es legal. Cuando una sala de exposición muestra el cuadro de cualquier pintor, proporciona catálogos con fotos, incluso permite que los visitantes hagan las suyas, y cualquiera de ellos podrá disfrutar de la imagen del cuadro en su casa. Es una copia virtual, no la propia pintura. Si además edita unas reproducciones en alta calidad, a un precio razonable que desincentive la copia privada, el artista obtendrá réditos por vender imágenes (físicas) de su pintura.
Cuando un usuario de Megaupload graba en su reproductor un episodio de la serie que programa la televisión, no está robando el producto (la silla manufacturada o el dvd de lujo), solo está guardando algo por lo que ya ha pagado vía publicidad en las teles, o está preservando una copia virtual del dvd físico que compró. Está pagando, abusivamente además, el uso de internet, y paga por los accesorios tecnológicos que sirven a tal fin. La solución es fácil para quien no quiera que se usen sus ideas: que prescindan de internet.
Cierran un almacén. No hay problema, hay muchos más y otros nuevos abrirán. Mi consejo, hacer una buena copia de seguridad en la nube.
Decía esta mañana Luis del Val: es como si hubieran cerrado una librería que permitiera a la gente robar los libros. Pues no, ni siquiera en una biblioteca, que sí permite tomar un producto comercial, usarlo gratis y devolverlo. Lo que han cerrado es un almacén. Un depósito en el que cada usuario guarda sus archivos y, si quiere, los comparte con quien quiera.
Cuando un creador diseña una silla, cobra por su trabajo. Posteriormente la empresa transforma su trabajo en un producto físico, una silla (un dvd, un libro papel). Copiar ese producto final, físico, y venderlo, es piratería; compartir la idea y hacerte una silla parecida para tu propio uso, es legal. Cuando una sala de exposición muestra el cuadro de cualquier pintor, proporciona catálogos con fotos, incluso permite que los visitantes hagan las suyas, y cualquiera de ellos podrá disfrutar de la imagen del cuadro en su casa. Es una copia virtual, no la propia pintura. Si además edita unas reproducciones en alta calidad, a un precio razonable que desincentive la copia privada, el artista obtendrá réditos por vender imágenes (físicas) de su pintura.
Cuando un usuario de Megaupload graba en su reproductor un episodio de la serie que programa la televisión, no está robando el producto (la silla manufacturada o el dvd de lujo), solo está guardando algo por lo que ya ha pagado vía publicidad en las teles, o está preservando una copia virtual del dvd físico que compró. Está pagando, abusivamente además, el uso de internet, y paga por los accesorios tecnológicos que sirven a tal fin. La solución es fácil para quien no quiera que se usen sus ideas: que prescindan de internet.
Cierran un almacén. No hay problema, hay muchos más y otros nuevos abrirán. Mi consejo, hacer una buena copia de seguridad en la nube.
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