miércoles, 9 de diciembre de 2009

A comer curas, que hay mucho paro

El presi está hecho unos zorros. La sucesión de batacazos nos lo ha puesto como un cristo en La vida de Bryan, un Leslie Nielsen entregado de eccehomo. Es el redivivo y solemne Doroteo Martí cuando atacaba el non plus ultra de su arte: Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor.

Era el instante supremo, Jesucristo agonizaba en lo alto del Gólgota, cuando el público advirtió que el madero en el que permanecía amarrado, entre nubes de incienso, Jesucristo-Martí, comenzaba a cimbrearse. ¿Era un accidente o un efecto previsto? Prudentes, cambiando sigilosas miradas, la Virgen, los Apóstoles, los legionarios, el pueblo en general, comenzaban a retroceder, a apartarse de la cruz oscilante, en la que, todavía con la cabeza reclinada sobre el pecho, Doroteo-Jesús había empezado a murmurar, bajito, pero audible en las primeras filas de la platea: «Me caigo, me caigo».


Antes de darse ampulosamente a las esdrújulas, el presi era un niño como todos, despierto y con mofletes graciosos. Lo bautizaron y con cuatro años comenzó sus estudios primarios en León, en el colegio de las Discípulas de Jesús, hasta los nueve. Tomó su primera comunión vestido con hábito blanco, una idea de las monjas para evitar lujos obscenos.

Por allí andaba ella, una chiquilla espigada y atractiva, primero en el colegio de las Teresianas y después en la Purísima Concepción de las Nieves. Se casaron en la ermita de Nuestra Señora de Sonsoles, en Ávila, el 27 de enero de 1990, y tuvieron dos nenas muy guapas que bautizaron inmediatamente. Al igual que ellos, sus padres y los padres de sus padres, las niñas asistían a un colegio de monjas en León, y al trasladarse a Madrid pasaron al colegio San Miguel, en Las Rozas, donde siguieron su formación religiosa. Corría el febrero de 2004 y su papá gritaba en los mítines: «¡Más gimnasia y menos religión!», aunque en abril reconocía que: «Mis hijas estudian religión… Yo he decidido libremente que estudien religión».

La mayor ya había hecho la Primera Comunión. Cuando le llegó el momento a la pequeña, papá y mamá decidieron que fuera en aquel colegio privado leonés. En la misa solo la familia, y nada de fotos por orden de papá-presidente. Más tarde, las nenas pasaron con 13 y 15 años al Asunción Rincón de Chamberí, y de este al instituto San Isidoro de Sevilla, de Moncloa.


Vale que la vida sea una contradicción, pero lo nuestro es de chiste. Se supone que los gobiernos están para prevenir y evitar problemas, y cuando los haya, solucionarlos. Nosotros no. Si no hay problemas se inventan, y cuando los tenemos terminan en desastre. Por eso se empeña en sacarse de la manga estatuts, que le devuelven como ultimatuts. Después de su gran éxito el alacrán te va a picar, nos deleita ahora con el desaguisado Aminatu Haidar, aterriza como puedas. De nacionalidad marroquí (no saharaui), España se la trae ilegalmente en complicidad con Marruecos, y cuando se la quieren quitar de encima, los marroquíes dicen que nones. Mandan a Zerolo, Bardem y Saramago en su esquizofrenia polisaria, e intentan comprarla dándole subvención y pasaporte español. Resultado: Haidar dice que «Este Gobierno es peor que el Gobierno de Aznar», lo que será novedad para Bardem pero no hacía falta un Ghandi que lo constatara, y pitorreo generalizado en Rabat.

Otra mentira y gorda, el Ministerio de Propaganda y zejas varias quiere cortar la red. Sindescargas en primer tiempo de saludo, Zapatero la desmiente y de la Vega nos ilumina aclarando que lo dicho por el presidente y por la lista de Sinde es lo mismo. Es lo que tienen las encuestas. En los telediarios noticias truculentas y fútbol. Tenemos al golpista golpeado de Zelaya llorando en casa Lula, se hace votar al pueblo y, atención al genio de la diplomacia: «España ni reconoce ni ignora» el resultado de estas elecciones. Por la paz, siempre por la paz como ha sido desde que el hombre es hombre, mandamos más tropas a Afganistán, «lo que nosotros podemos hacer por Obama». Lo que podemos es cambiar las leyes para crear 4 millones de delincuentes (.pdf) y que Obama no se enfade y nos achuche al embajador. España, firme y con determinación, siempre ajustada a la legalidad… pagará cuantos chantajes tengan a bien plantear nuestros amigos, ¡que nadie dispare al pirata! Con un par, sostenible y paritario. Hay mucho paro, mucha corrupción, un desgobierno de solemnes petimetres engolando la voz y la certeza del cachondeo internacional con nuestro país, pero a los lechuguinos siempre les quedarán curas para comer.

Son especialistas en liarla parda. Cuando tienen la farsa con las niñas de 16 años casi amortizada, llega un tal monsieur (re) Tardá, el Drácula barceloní, e «insta al Gobierno a que impulse la retirada» de símbolos religiosos en los lugares públicos, por supuesto «de forma inmediata». Lo que, en el caso de colegios estatales, está muy bien si eso es lo que quieren los padres para sus retoños. Los 1.900 colegios concertados pueden, simplemente, cerrarlos. Claro que, la extrema derecha nacionalista no suele preguntar a los interesados, ni a sus perjudicados, sobre las grandes ocurrencias que van aportando a nuestra civilización.

Lo primero que habrá que quitar es la Cruz de Sant Jordi (propongo cambiarla por un pokemon), grave ofensa que concede como más alto galardón semejante símbolo. Y el escudo del Barca, por supuesto. El Principado de Asturias ya puede ir cavilando un escudo y bandera nueva. Galicia tiene siete cruces en su escudo y siete en la bandera… ¡con el Cáliz y la Hostia! Caravaca de la Cruz y Santa Cruz de Tenerife son insostenibles. La Cruz Roja que ponga una pegatina de Obama, y en vez de belén un fuerte de Comansi. A nuestros muertos en Afganistán nada de otorgarles la Cruz al mérito militar, y la Gran Cruz ni nombrarla, que les den un diploma de alianza de civilizaciones con distintivo arcoiris. Hay que cerrar las embajadas de países nórdicos, el punto de cruz prohibido y Penélope Cruz desterrada.

Paralizados sin duda por el horror al sacrilegio, nadie, entre los invisibles ocupantes de las bambalinas, acudía a sujetar la cruz, que ahora bailaba desafiando numerosas leyes físicas en medio de un rumor de alarma que había reemplazado a los rezos. Segundos después, los espectadores paceños pudieron ver a Martí de Galilea viniéndose de bruces sobre el escenario de sus glorias, bajo el peso del sagrado madero, y escuchar el estruendo que remeció el teatro. La tía Julia me juraba que Cristo había alcanzado a rugir salvajemente, antes de hacerse una mazamorra contra las tablas: «Me caí, carajo».

El niño de los mofletes lo tiene claro: ¿que en un mes 60 mil personas pierden su empleo? No hay problema, a comer curas. ¿Que la tasa de paro entre los jóvenes españoles (42,9%) duplica la media europea (20,7%)? Más curas, de segundo fútbol de pago y cortamos internet. Si alguno protesta sacamos al Camarlengo Bono sentando cátedra. ¿Que un chaval se avergüenza en el Congreso de los sindicatos verticales y otro recuerda a su abuelo exiliado? A callar, para eso están las películas de la Guerra Civil. Como la famélica legión supera los 4 millones de parados, mandamos a los heroicos sindicapastas del Ministerio de Paz Social a manifestarse… ¡contra los emprendedores! Ponemos «a disposición de todo el mundo que quiera acompañarnos un tren gratuito» donde se «incluirá una pequeña gratificación a modo de media dieta para poder almorzar en Madrid». El conde de Romanones compraba el voto con una peseta y una alpargata, la otra al votar; a estos los mandan en AVE con el catálogo completo de la SGAE y comiendo curas, solemnemente. Tenía razón Romanones: «¡Joder, qué tropa!»

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