lunes, 2 de noviembre de 2009

Tánatos progresista

Tánatos es la muerte discreta, callada, es una muerte progresista. Gemela de Hipnos, nada tiene que ver con sus otras hermanas, las Keres, que sobrevuelan el campo de batalla rechinando sus dientes blancos. Atravesamos el momento más salvaje en toda la historia de la Humanidad. Nada hay comparable en cuanto a matanzas y desprecio por los derechos humanos con el pasado siglo XX, ni los dos milenios anteriores juntos han derramado tanta sangre. Cuando invadimos países como Irak o Afganistán nadie sabe por qué, pero tenemos la cara dura de, además, legalizar nuestras matanzas en la ONU. Y eso es solo escaparate: los grandes genocicios transitan en silencio, como Tánatos, enamorada del hambre, la miseria, el aborto y la eugenesia.

La batalla por la vida y la dignidad de todas las personas se ganará, antes o después, como se ganó a la esclavitud o al racismo. La cuestión está ahora en cambiar una tendencia fascistoide. Desgraciadamente es un debate viciado y cualquier zascandil se cuelga la etiqueta vale-para-todo de progresista.

Un amigo me preguntaba hace tiempo: ¿cuándo progresista dejó de significar progresista? No lo sé. Supongo que al mismo tiempo que otros tomaron la Bastilla liberal para convertirla en un búnker. Lo explica bastante bien Manuel Martín Ferrand en El aborto como bandera política. La cuestión es que de manera insólita pero no inexplicable se ha alimentado una masa borreguil capaz de defender los más siniestros postulados de muerte, del poder más absoluto, siempre contra los más débiles.

La Iglesia

Mientras nuestros obispos patrios se dedican a hacer cariñitos a etarras, montar fantasmales partidos católicos, ver películas de Amenábar o cargarse el socialismo cristiano y la derecha de Rajoy, el mundo católico avanza, oiga, que es una barbaridad. Por si faltaba algo, los tres tenores del «hoy me manifiesto contra el aborto, mañana no» —Benigno Blanco, Alfredo Dagnino, Ignacio Arsuaga— van a palos, unidos o separados según sopla, y Rouco no sabe con qué mimbres hacer el cesto del partido rouquista.

En el II Sínodo Africano que se está celebrando en Roma los obispos de Chad han pedido una acción contundente contra las multinacionales que practican «el saqueo y el robo sistemático de las materias primas y de las inmensas riquezas del subsuelo» en su país, donde las inmensas extracciones de petróleo han hecho que «si antes la población vivía en la pobreza, hoy vive en la miseria», y «los ingresos procedentes del petróleo han servido para comprar armas y alimentar conflictos interminables». Misioneros Combonianos, los de Mundo Negro —impresionante su trabajo— en su XVII Capítulo General, acaban de definir la situación en el Congo como «una guerra hecha para encubrir el saqueo de las riquezas minerales del país, en el que el 70% de sus 60 millones de habitantes vive con menos de un dólar al día». El arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, ha iniciado una campaña en la ONU para el control de las multinacionales por la defensa y dignidad de los pueblos indígenas. El cardenal Bernard Agré, arzobispo emérito de Abidyán en Costa de Marfil, califica a las corporaciones como «asesinos financieros». El País, a su manera, ha dejado constancia de la lucha eclesial contra esos amos de la vida y la muerte: Se busca Papa negro.

Para asegurar ese lucro desmesurado, el biopoder maneja guerras, enfermedades, esterilizaciones y abortos masivos, todas las medidas eugenésicas que sirvan a la avaricia. Cuando la empresa cumple su función social, nada que objetar; si no es así se transforman, como dice Molares do Val de algunas oenegés, en cultivadores de hambrientos.

Progresistas


En América, el Arzobispo de Posadas (Argentina), Mons. Juan Rubén Martínez, lo clavó recientemente en una carta: «sectores poderosos, organismos internacionales», que responden a «una especie de capitalismo egoísta y salvaje, manejan grandes megamedios y agreden a las familias… Asombrosamente se visten con el ropaje absurdo de llamarse o autodenominarse ‘progresistas’ y ‘modernos’, cuando en realidad responden contradictoriamente al peor capitalismo».

En 1969, el grupo Ukamau de Bolivia estrenó su más conocida película: Yawar Mallku. Una historia inspirada en hechos reales, rodada en quechua por el cineasta Jorge Sanjinés, que muestra a las claras cómo grandes lobbies financiaron a sus tontos útiles —Cuerpos de Paz y organizaciones feministas— para exterminar o mantener controlada la población indígena, pobre, de Bolivia. En cuanto se estrenó Yawar Mallku, los indígenas bolivianos se percataron de por qué no nacían niños. Hubo intentos de linchamiento y las comunidades campesinas impidieron el paso a los Cuerpos de Paz. Los norteamericanos sacaron del país a todos los que trabajaban en los tres centros de esterilización bolivianos; las feministas locales y los Cuerpos de Paz dejaron de repartir masivamente anticonceptivos. En 1971, bajo el gobierno del general Juan José Torres, Bolivia expulsó oficialmente a los Cuerpos de Paz.

Si nos fijamos en los vídeos con cámara oculta filmados en las clínicas del doctor Morín observaremos que las mujeres que abortan son niñas de 15 años, una boliviana, otra rumana. Por supuesto de familias pobres y, de acuerdo con las leyes fabricadas por y para multinacionales abortistas, sin posibilidad en la sanidad pública (aborto libre, dicen, pero pagando), ni de tener protección o acogimiento para favorecer la adopción. Pagarán 4.000 euros cada una, según declara el propio Morín.

Puede parecer mucho dinero 4.000 euros pero, al fin y a la postre, lo pagan personas imigrantes en exclusión social, pobres. Mucho más caro es acoger a esas niñas por un año y ofrecer un programa que les permita tener su hijo o cederlo en adopción, fácil y gratuitamente, a las miles de familias deseosas de criarlo. Adoptar un niño no deseado por su madre siempre es un acto de amor, como cederlo. Da igual que sean familias tradicionales, homosexuales o un señor musulmán con 4 esposas. Claro que, entonces, esas familias tampoco pagarían chantajes millonarios por adoptar un chinito, que es de lo que se trata.

La fundación Project Prevention, fundada por la actriz Barbara Harris y dedicada al control de natalidad, mediante un programa de esterilización para toxicómanos llamado CRACK —que está amparado por la ley— ofrece 200 dólares a cada toxicómano que se acoja a su plan.

Lynn Paltrow, presidenta de National Advocates for Pregnant Women, declaraba sobre el programa de Project Prevention en The New York Times: «Los nazis decían que si solo esterilizas a los enfermos y los judíos mejorarás la economía». Conviene recordar que la eugenesia se ha practicado en Estados Unidos esterilizando a miles de discapacitados mentales o físicos, homosexuales, presos y lo que, en general llaman, personas conflictivas. Se aprobaron leyes que prohibían casarse a cualquier «epiléptico, imbécil o débil mental». Hasta 1945, unos 45.000 enfermos mentales fueron esterilizados de manera forzosa, pensando que la locura se heredaba. Entre 1927 y 1963, 64.000 personas fueron esterilizadas forzosamente bajo las leyes eugenésicas de los Estados Unidos. Canadá esterilizó forzosamente a miles de nativos canadienses hasta los años 1970. Suecia esterilizó por la fuerza a 62.000 personas, minorías étnicas y enfermos mentales, durante 40 años.

Es lo mismo si pintan el biopoder como capitalista o socialista, su objetivo nunca es el bienestar de la gente humilde. En Nicaragua, los sandinistas decidían masacrar a los índios misquitos. La comunidad indígena Akuntsu, de la Amazonia brasileña, enfrenta su extinción por el gobierno, que han dejado su tribu en solo cinco personas. Los Yanomami forman el grupo tribal más numeroso de todo Brasil, con más de 9.000 personas, y otros 10.000 tras la frontera, en la parte meridional de Venezuela. Como sus tierras son ricas en recursos minerales, unos 1.500 yanomami han muerto víctimas de la violencia y las enfermedades.

En Venezuela, si no les matan, les ofrecen una muerte progresista invitándoles a morirse. Cuando los índios venezolanos empiecen a saltar por los aires como hombres-bomba islamistas, Hugo Chávez habrá encontrado la forma de acabar con la hambruna sin tocar un solo petrodólar.

En el Perú, en tiempos que Fujimori era un héroe nacional alabado internacionalmente, se implementaron campañas de esterilización de la población indígena, indígenas pobres, bajo mando directo del presidente e impulsadas por la USAID y el UNFPA de la ONU. El País cifraba en 200.000 las personas esterilizadas y sentenciaba:

Su dilatado plan para controlar la natalidad de los más pobres e indefensos, los campesinos indígenas, le coloca al borde del genocidio y hace más acuciante su enjuiciamiento.


Fujimori con la ONU, USAID y la política de salud reproductiva de Bill Clinton practicaron lo que se llama un genocidio preventivo. Nada desdeñable tampoco es el silencio de la defensora de la Mujer de la Defensoría del Pueblo y la complicidad de las organizaciones feministas. La cuestión se saldó con una reprimenda en el Congreso americano y la enmienda Tiahrt, mediante la cual los EEUU sólo apoyan y financian desde entonces esterilizaciones voluntarias o abortos voluntarios. El bloguero y profesor de economía en Nueva York, el hispano-peruano Silvio Rendon del colectivo El Gran Combo Club, describe el final de aquel genocidio así:

Fueron instituciones “pro-vida” las que denunciaron el asunto a nivel internacional, sobre todo en los Estados Unidos. Paradójicamente, el centrista Clinton con sus políticas de “salud reproductiva” causó mucho daño a la población indígena peruana, mientras que el derechista Bush, influído por las derechas religiosas, si algo, cambió de política e impidió que continúe el despropósito de las esterilizaciones involuntarias. La posición “pro-vida” en este caso incluyó, como debe ser, la vida de los indígenas, sin discriminación alguna. El tema, sin embargo, ha quedado enterrado.


Todavía están por rendir cuentas las oenegés feministas que participaron en el genocidio preventivo de América mediante esterilizaciones generalizadas, como Pathfinder Internacional o la organización Manuela Ramos. De hecho, actualmente lo llaman «salud reproductiva».

En Estados Unidos, respetadísimos científicos como Davenport, Henry H. Goddard y Madison Grant, lo llamaban el problema de los «no aptos». La Eugenics Record Office llegó a concluir que los «no aptos» procedían, oh casualidad, de entornos económica y socialmente pobres. Cuando Margaret Sanger fundó la mayor organización abortista mundial, International Planned Parenthood (IPP), dejaba claras en sus conferencias para el Ku Klux Klan que planteaba el aborto como un estupendo método para el control de minorías raciales (para que no sufrieran la pobreza, claro). Estando en la Liga Americana para el Control de la Natalidad ya consideraba la eugenesia como una herramienta útil, científica y progresista. Así, la feminista Sanger, creó Negro Project para la selección genética racista mediante el genocidio negro, o, en sus palabras: para «ayudar a las mujeres negras en su natalidad». Al menos los de IPP llaman a la píldora del día después por su nombre: píldora abortiva. El día después se convierte en «hasta 63 días» (9 semanas), y en España puede comprarla sin receta cualquier nena que debe ir con sillita especial en el coche o que no puede subir sola al ascensor. Eso sí, los de IPP la facilitan altruistamente por un módico precio entre 350 y 650 dólares.

Como ha dicho recientemente Costa Gavras, antes las cosas estaban más claras, ahora los dictadores son democráticos y es difícil aclararse. Pero el principio no cambia: los pobres pueden vivir mientras sirvan a los ricos; si molestan -esa fastidiosa tendencia a reproducirse- se les mata o se les invita a matarse.

Recuerdo cuando a las monjitas de la Casa Cuna Santa Isabel se les cayó el techo. Una residencia para madres gestantes y con niños menores de 3 años abierta a toda mujer que haya recibido malos tratos tanto físicos como psicológicos, y para niños abandonados. Decenas de mamás y bebés acogidos y nadie movía un dedo para ayudarlas. Con el tiempo hasta las denunció un abogado que, luego se supo, era hombre y letrado gracias a que esas monjas le salvaron la vida. Seguramente era un abogado progresista, como Tánatos.

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