lunes, 9 de noviembre de 2009

Los comunazis solo asesinaron a cien millones


"Quienes celebran la caída del comunismo tienen poco que celebrar". -José Luis Centella

Viven en un mundo de telarañas y caspa que les encanta. El nuevo secretario general del PCE (¿comunistas y nazis son legales?), José Luis Centella, dice que "el PCE debe organizarse para servir de instrumento a mucha gente que combate el capitalismo". Como los altos dirigentes del Nacionalsocialismo, el nuevo Lenin español afirma que de pedir perdón nada:
"No sólo no hay que pedir perdón sino que creo que la historia del PCE es de las más gloriosas que puede tener un partido en el mundo".
Lo dice seguramente por Largo Caballero, el único que consiguió asesinar tanta gente en el bando contrario como en el suyo, o por Santiago Carrillo, que dejó la matanza de Katin en cosa de principiantes, ni siquiera mataban niños, al lado de su holocausto en Paracuellos. O por sus amigos cubanos, los que apalean a Yoani, que han asesinado casi al triple de gente que Pinochet. O por su apoyo a ETA y a todos los nacionalismos burgueses que ya no se sabe si son extrema izquierda o extrema derecha.

Le preguntan sus recetas para acabar con la crisis, y el tipo responde lo siguiente:
-"Una banca pública; los sectores estratégicos de la economía en manos públicas, empezando por la energía; una fiscalidad claramente progresiva; y mecanismos de control democrático".
Traduciendo: Corea del Norte y Cuba.

Y de los presos políticos cubanos, ¿qué opina?:
-"En Cuba hay personas encarceladas porque han sido cómplices de atentados terroristas, porque han estado a sueldo de la embajada de EE UU".
Se refiere sin duda a los últimos condenados homosexuales por peligrosidad predelictiva.

Lo llamaban con todo tipo de eufemismos, muro anti-fascista, anti-imperialista, y desde el mundo libre muro de la vergüenza. El tema no eran las familias partidas ni la unificación alemana; al igual que pasa hoy, nuestros olvidadizos intelectuales preferían ignorar la aberración comunista. Los muros, desde la Muralla China al de Adriano, tenían por objeto impedir el paso a los de fuera, proteger a los de dentro, pero este no, era sencillamente el muro de la cárcel comunista contra sus presos, cientos de millones de esclavos sojuzgados por una aristocracia asesina.

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