De Políticamente Acorrecto |
A finales de 1999 se estrenó el episodio 129 de Star Trek Voyager, Conspiración en la Voyager (The Voyager Conspiracy). Siete de Nueve (assimilate me, baby!) es una humana asimilada por los Borg a los seis años y desconectada del colectivo por la Voyager. Siete no es de este mundo, solo hay que verla contonearse cuando camina (la resistencia es fútil, o mejor, futile). Es el punto de vista externo que desmenuza grandezas y miserias de la Humanidad. Cruda, arrogante y analítica, lógica como un vulcano y solo aparentemente fría. Para entendernos, Siete es de los buenos pero capaz de ver las contradicciones humanas desde la perspectiva borg. Una víctima ideal para los mercaderes de sangre y los medios que se lucran inventando conspiraciones.
En The Voyager Conspiracy la ex-borg decide asimilar toneladas de información sobre sus amigos, los tripulantes de Voyager, como lo haría una computadora. A partir de datos conocidos, revisados a posteriori, la lógica y la búsqueda de patrones la llevan a encontrar distintas explicaciones conspiranoicas de solidez aplastante (aunque sobre esto no faltan opiniones). Primero la capitana contra la tripulación en un obvio plan secreto de la Flota Estelar, luego su contraria, otra obvia confabulación donde la nave y su capitana son víctimas, y finalmente todos contra ella misma, como expresión última de la paranoia. Todos son malos y yo soy la víctima perseguida. Los mismos hechos objetivos ordenados de distintas formas provocan soluciones contrapuestas.
Quien quiera ver Conspiración en la Voyager puede comprar a precios desorbitados, pagando impuestos a mansalva y mordidas varias para la Sgae, un cochambroso deuvedé que en poco tiempo se llenará de porquería y se rayará (gracias a la conspiración de las multinacionales). También puede intercambiar un archivo con pocos megas de información o verla en línea.
Las diferentes teorías de la conspiración recogen todos los arquetipos del inconsciente colectivo, por lo que son también un síntoma y actúan como un altavoz de nuestros miedos. Son necesarias. La Biblia de las conspiraciones sigue siendo Conspiracy Encyclopedia, el libro de referencia donde se estudian 365 teorías alternativas y donde queda claro que la búsqueda de patrones en una serie de acontecimientos puede derivar en casi cualquier cosa. Recientemente Diana Gorodi, familiar de una víctima asesinada en Londres, declaraba: "Es muy difícil para nosotros creer que cuatro personas se levantaron esa mañana, y fueron capaces de poner unas bombas, exclusivamente sobre la base de la información aparecida en Internet y lograran sumir a Londres en el caos y la tragedia. Es imposible para mí creer que esas personas actuaron por su cuenta".
La muerte del bebé Rayan, de su madre, y el drama del padre son terreno abonado para desatar todo tipo de especulaciones conspiratorias sobre supuestas privatizaciones o acepción de personas, y son un verdadero festín para los buitres que quieran aprovechar política o económicamente el caso. No faltarán las hienas capaces de arremeter contra el joven viudo. Es completamente normal que tras una teoría conspiratoria se encuentren fines comerciales revestidos de grandes palabras y nobles ideales. Por ejemplo, partir de los descubrimientos de Nikola Tesla y de la campaña de Al Gore se han desarrollado conspiranoias sobre enfriamiento/calentamiento global y sus contrarias, o la más atrevida del proyecto HAARP, que han facilitado el lanzamiento de distintos hoax en forma de márketing viral (sobre formas de energía ilimitada y prácticamente gratuita) por multinacionales energéticas que colocan así sus productos "verdes" en el mercado. Zeitgeist es otro buen ejemplo, con un grupo ultraderechista propalando conspiranoias y chorradas varias contra el estado de derecho y la religión, siempre "veraces", siempre pura manipulación. Lo mismo pasa con la industria farmacéutica o la alimentaria, empeñados en hacernos creer que un yogur es algo más que un yogur.
Los que siempre ganan en el río conspiranoico son los medios. Una campaña bien llevada creará grupos de hinchas fanáticos sea cual sea su contenido. Periódicos al servicio del poder, como El País y El Mundo, pueden publicar cualquier cosa que favorezca sus intereses. Escuchas telefónicas no incluídas en ningún sumario, en las que un tipo se queja porque la alcaldesa de Valencia no le ha dado nunca nada y piensa regalarle un bolso, provocarán el equivalente del "boicot a los productos catalanes", en versión "yo no viajaré a Valencia hasta que no dimita", e informaciones manipuladas sobre el 11M crearán otro nicho de mercado con los mismos salvapatrias. Manipular es fácil cuando el lector se deja. Cualquier degenerado puede justificar el terrorismo, el asesinato de un concejal socialista será una operación cloaquil para ganar elecciones, y un atentado con cócteles molotov contra 500 personas será "un conato de incendio... una burda manera de explotar el victimismo" (o sea, una conspiración) que asegura los garbanzos del mercenario con frases como "la única iglesia que ilumina es la que arde" (iglesia, casa del pueblo, policía o concejal). Su negocio seguirá haciendo caja porque aquellos no son terroristas, son pelanas, y los malos serán cualquier macroestructura vendida como confabulación. Los peones de los medios seguirán consumiendo su basura como quien recoge maná del cielo, analizando datos caóticos mediante juicios de intenciones y concatenación de patrones ad hoc.
Soluciones para los convencidos hay pocas. Siete de Nueve supera su paranoia por un acto de amistad, de amor, cambiando su sesgo cognitivo. El amor mal entendido fácilmente se transforma en obsesión, en fanatismo y odio, que confunde prejuicios con realidades. Es parecido a lo que explica Benedicto en su última encíclica: "Amor en la verdad". La verdad por sí misma no existe, solo acercándose a ella desde el amor cobra sentido.
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