jueves, 2 de octubre de 2008

Terapias, yoga, realización personal y curaciones

Las sectas ya no hablan abiertamente de apocalipsis, extraterrestres y dioses inventados. Las nuevas amenazas sectarias llegan envueltas ahora en terapias, realización y/o conocimiento personal, meditaciones varias, yoga, medicina alternativa, sanadores, centros terapéuticos, reforma del pensamiento y "limpieza" o todo aquello que sirva para no decir manipulación psicológica y coerción mental. Coinciden en demandar de sus sectarios la confesión de todas sus intimidades, a veces incluso dejando constancia escrita (caso de Cienciología). Sus principales víctimas: los más débiles. Problemas de toxicomanías, infelicidad, falta de sentido vital, depresiones tras una catástrofe personal o colectiva... Todo vale para recaudar fondos y esclavos.
Esa es la línea de Sahaja Yoga y las cientos de diferentes tendencias orientalistas o las más recientes llegadas desde Hispanoamérica como Ministerio Internacional Creciendo en Gracia (la secta de José Luis de Jesús Miranda, autodenominado “Anticristo del siglo XXI”), la Iglesia Universal del Reino de Dios (conocida como Pare de sufrir, secta de Edir Macedo que ya estuvo en prisión por fraude) e incontables pequeñas asociaciones difíciles de controlar.

Abajo una casita del gurú Edir Macedo y arriba izquierda su sencillo saloncito.

El 3 de abril miembros de la asociación de víctimas de la manipulación sectaria Largantza comparecieron ante la Comisión de Sanidad del Parlamento vasco para denunciar los abusos cometidos por determinadas sectas.

Juantxu Domínguez, presidente de Largan-tza, asociación vasca contra las sectas:
«Las nuevas sectas captan adeptos a través de los llamados centros terapéuticos. Ya se sabe: lugares de meditación, curaciones milagrosas... Estos grupos incitan a que uno cuente sus debilidades para crear dependencia. Dicen que si se deja de acudir empeorará tu situación. Y las sesiones cuestan de 50 a 80 euros. Y por cierto, sin declarar a Hacienda».


Testimonios ante el Parlamento Vasco.
Dorotea Bilbaína víctima de una secta. «Mi yoga acabó en bancarrota».
«Vendí mi casa y les di el dinero a ellos». Así terminó el año pasado la relación de Dorotea (es el nombre ficticio que elige dar) y la secta en la que cayó. «Todo empezó con unas clases de yoga. A mí siempre me habían interesado los temas trascendentales; de la vida y la muerte y todo eso. Ahí conocí a un matrimonio que me habló del Instituto de Investigación Evolutiva. Era 1994 y empecé a ir a sesiones donde impartían las lecciones de un maestro hindú. Era maravilloso. Hacíamos ejercicios de relajación y conversábamos sobre el amor, la amistad, la generosidad... Pero fue a peor. No sé qué me pudieron decir, pero el año pasado vendí mi casa. Entregué al matrimonio el dinero de la venta más un préstamo que pedí a mi hermano. Fui a una comunidad de un pueblo de Valladolid, donde convivíamos 10 personas. Creo que mi lavado de cerebro no fue al 100%, y eso me salvó. Dije ‘vale’, y ellos me decían: ‘no seas egoísta Dorotea, debes compartirlo todo’. Eso sí, el matrimonio tenía abundantes bienes. Por fin me escapé de allí. Ahora, gracias a un abogado, he logrado recuperar parte de mi dinero. Siento rabia. Que la gente abra bien los ojos».


«Me costó el divorcio»
La mujer de José -nombre ficticio- llegó a acudir a un centro de San Sebastián diez horas al día, según confesó el propio afectado a los parlamentarios presentes en la comisión. Tras varios meses acudiendo a terapia, la esposa de José «cambió por completo». «Le decía a mi hija que se había equivocado de marido y a mí me pidió el divorcio después de 38 años de casados. Contrató un abogado, curiosamente el hijo de la dueña del centro, e inició los trámites. El proceso ha sido muy duro». José llegó a denunciar lo ocurrido a la Ertzaintza, pero su caso continúa paralizado. No es el único. Una veintena de familias han demandado el centro donostiarra a la espera de que las autoridades «hagan algo».


El caso de Cristina:
«Tenía una vida normal y en cosa de un año mi vida ya no era mi vida, mis hijos ya no eran mis hijos y mi marido ya no era mi marido. Lo perdí todo», rememoraba durante su intervención en la cámara vasca. «Alguien tiene que legislar esto y tomar decisiones. Son cosas muy serias que afectan a ciudadanos normales».

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