domingo, 20 de noviembre de 2011

No es la economía, estúpido

Terminaba el verano de 2002 y los españoles vivíamos tan bien que se nos permitía distraernos con cualquier cosa. El 11 de julio de 2002 un grupo de marinos marroquíes al mando de un suboficial de un patrullero tomaba la isla de Perejil, y el 17, componentes del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra, recuperaban la isla española ante las protestas de la izquierda que prefería ceder a los moros. El líder de la oposición traiciona al gobierno acudiendo raudo a Marruecos para hacer mimitos al sultán. Aznar, por su parte, vivía en una telenovela, el 5 de septiembre boda imperial, el bodorrio. Dos meses después, el 19 de noviembre de 2002 se hundió a 250 Km de las costas gallegas un petrolero que pasaba por allí, el Prestige, y toda la propaganda mediática se esforzó por convencernos de que el propio Aznar andaba desparramando fueloil porque era un señor muy malo y con bigote.



Al iniciarse 2003 la máquina ya estaba bien engrasada y, con las elecciones a un año vista, se acentuaron los esfuerzos. El 1 de febrero se celebró en el Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones en Madrid la 17ª Ceremonia de entrega de los Premios Goya. Los actores, los mismos que llevaban décadas sin decir una palabra sobre ETA, estaban preocupadísimos por la guerra. En ese momento la única guerra en curso era el Genocidio de Darfur, que estallaba con toda su violencia esos días en los que los árabes exterminaron a 400.000 compatriotas negros. Pero aquella guerra no les interesaba, no tenía glamour como para hacer pegatinas. Hasta 2006 la limpieza étnica más brutal arrasó África. Un mes después de los Goya, el 20 de marzo, comenzaba la invasión de Irak, España mandó su barco hospital, el ejército español sufrió un total de 9 bajas y mató a 10 combatientes iraquíes.

Es en 2003 cuando Al Qaeda amenaza a España mediante el documento noruego. Uno o dos golpes, decía, provocarán una ruptura entre Gobierno y opinión pública rompiendo "el eslabón más débil", España (y Polonia). Aquel joven sin pasado que dirigía la oposición, de sonrisa perenne y ojos claros, decidió hacer su campaña electoral en perfecta sintonía con lo que exigía Al Qaeda: "Zapatero promete sacar a las tropas de Irak". El 11 de marzo una célula islamista perpetra el mayor atentado en la historia de España. Dos días después, mientras seguía fluyendo el cuerno de la abundancia, Zapatero era presidente del gobierno.


A partir de ahí, el desastre. Lo que en su momento llamé "maniqueísmo totalitario", jugando con lo que nadie debe jugar, para dividir a la sociedad en dos y asegurar el voto de una parte. Crisis de valores, apertura del melón separatista, cordón sanitario, pactos con la extrema izquierda, España "discutida y discutible", republicanismo del Frente Popular, desigualdad de los españoles ante la ley, ataques a los más elementales Derechos Humanos, ocurrencias, improvisaciones, política de propaganda, publireportajes y gabinetes de imagen, recortes brutales de derechos sociales, lágrimas socialdemócratas y una banda de inútiles dispuestos a ganar la última guerra civil.

Hoy el centro-derecha arrolla, con un PSOE inexistente en todas las regiones, haciendo gala de lo peor: paro, corrupción, política exterior penosa y la imagen de España por los suelos. Mi apuesta, un máximo de 100 diputados socialistas. El problema no es la economía, es todo lo demás que nos ha llevado a este desastre. Veremos si la derecha lo afronta o hace como siempre.

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