A los chicos y chicas de la generación actual les habíamos negado el orgullo de ser lo que son, de sentirse parte de un clan y defender los valores de su tribu. Han crecido en medio de disputas que les son ajenas, incomprensibles, cosas de viejos rancios etiquetando a diestro y siniestro según arcaicos convencionalismos. En realidad, toneladas de caspa disimulando intereses económicos.
No han tenido su Numancia ni sus Navas de Tolosa, tal día como este 16 de julio hace 798 años, ni su Lepanto o la Independencia del invasor gabacho. El Descubrimiento o la Reconquista les están vetados. Y además entran en la vida adulta con el mayor desastre nacional desde los años treinta y los peores gobernantes imaginables, que hacen bueno a Fernando VII, el Rey Felón.
Malos tiempos para la lírica nacional-socialista. Según la empresa Lynce, contratada para medir la asistencia oficial, para los medios, a la manifestación separatista de Barcelona fueron 62.000 personas (más o menos a 60 personas por cada asociación subvencionada que estuvo presente). Además, el grupo en cabeza (los de Laporta, otra ERC donde le dejan ser el Padrino) se empeñaron en parar la mani convirtiéndola en concentración, provocando tremendo atasco y el desastre.
Cuenta El País que Montilla tuvo que formar una guardia pretoriana a su alrededor compuesta por «una quincena de miembros de su cuerpo de seguridad», y que «una cincuentena de persona persiguiéndole» insultaba al molt honorable cordobés. Así que el de Iznájar decidió salir por pies, y «a los radicales se les fue sumando gente al ver que Montilla abandonaba la marcha». El mismo que había convocado la manifa terminó por esconderse en la Conselleria de Cultura mientras «un centenar de personas, de todas las edades, le esperaban fuera a gritos de ‘botifler' (traidor) y españolista».
Lo malo para estos del negoci y les cent families que controlan los pagos del 4% (ya no es el 3%, lo ha dicho Millet) es que 24 horas después salieron otros a los que nadie convocó ni les pusieron autobús y bocata de botifarra.
De hecho, el alcalde de Barcelona ( otro que sabe mucho del 4%) se negó en redondo a poner una pantalla para que ese pueblo español al que tanto desprecia pudiera ver a su selección. Hasta la final y con la excusa de que medio Barca juega con España. En esto tienen razón: sin Cataluña, España no sería España.
No. El separatismo ya no es lo que era. Y encima recochineo, debieron pensar cuando Pepe Reina llamaba al hombre que come tibias, Pujol, «la cabeza de España».
En uno de los cientos de vídeos que corren por ahí, una guapísima barcelonesa se partía de risa en medio de la fiesta y el desmadre:
Para una vez que podemos decirlo: ¡Viva España!
...Y los viejos del lugar nos alegramos por ella, por todos ellos. Se lo debíamos.
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