Cada día que pasa 3.000 personas más pierden su empleo en un cataclismo de dimensiones históricas. Más de 4.6 millones de parados, otro millón disimulado entre cursillos y ayudas, más de un millón trescientas mil familias con todos sus miembros en paro, cientos de miles de inmigrantes, jóvenes y mayores de 45 expelidos del sistema. La deuda de familias y empresas, sumada a la deuda pública, es un 366 por ciento del PIB, una catástrofe de conjunción planetaria, y los reyes del pelotazo se forran vía subvenciones como la burbuja de renovables (6.000 millones para energía solar nocturna) o las productoras de televisión entre amigachos (Mediapro, El Terrat). La Nación, en caída libre, desciende en todos los marcadores internacionales. Se radicalizan los regionalismos, altísimas instituciones como la judicatura se llenan de descrédito y pilares de la sociedad como la Educación caen por debajo de cualquier país civilizado. La crisis de valores, o su inversión para establecer anti-valores, gana puntos, haciendo que abril haya sido el mes con más víctimas de violencia doméstica desde hace décadas (diez mujeres asesinadas), que los funcionarios de prisiones celebren con mamadas la igualdad de género, o que los nazis (divididos en “fascistas” y “anti-fascistas“) se maten por una mala mirada en el metro. Se desata una auténtica merienda de negros por cualquier causa, entre comunidades, nacioncitas y estaditos, desde apropiarse de los ríos hasta expulsar hispanohablantes, mientras ellos juegan a avivar guerras civiles, a desatar persecuciones religiosas o a largar discursitos en bable.
A “ellos” les ha entrado miedo ante la posibilidad de perder sus privilegios. Con la hecatombe escenificada durante esta tristísima semana de abril, que ya no es telón de fondo sino realidad cotidiana, les invito a leer el siguiente texto. No es mío:
La verdadera cuestión española
En pocos días, el Miedo, que es un rey sin cabeza, se ha conquistado un amplio reino. El miedo reina en “ellos“, de Gog hasta Magog. Leed sus periódicos, escuchad al paso sus diálogos, traducid sus gestos.
Señores, ¿por qué ese miedo? Durante centurias vuestro lema irónico y desdeñoso era « ¡No pasará nada! » Sabíais que en España no pasaría nunca nada, y por ello estabais seguros de que se os pasará siempre todo. Permitid que ahora os digamos: «Señores, ¿por qué ese miedo? ¡Si no ha pasado nada! En la selva política de España no se ha movido todavía una sola hoja: ¿por qué esa prisa en atemorizaros? ¡Voyons, señores, un poco de serenidad! ¡Para ese miedo es demasiado pronto! ¿O es que el temor no os llega de fuera, sino que sopla en acusadoras bocanadas del fondo de vuestras propias conciencias? ¡Ah! Eso ya sería ponerse en razón. Por fin, ha llegado la hora de que os asustéis de vosotros mismos. ¡Lástima que para este susto sea demasiado tarde! ». “Ellos” han hecho estos días el descubrimiento del socialismo; créese que mañana o pasado harán lo mismo con el Mediterráneo. Están ciertos de que les está prohibida la entrada en el tiempo nuevo, y a toda prisa quieren fabricarse una máscara que les permita un ingreso subrepticio.
¡Inútil precaución! Cuando las cosas no pasan un poco todos los días, es que se acumulan para pasar todas en uno. “Ellos” se han negado a vivir en el tiempo debido a siglos enteros de historia, y ahora van a tener que recorrerlos en pocas horas. Se comprende que experimenten por anticipado una sensación de vértigo.
De una manera u otra, ordenada o caóticamente, van a ser eliminados de la dirección de nuestra raza. La eliminación ha de tener la rudeza y la ejemplaridad de un castigo.
¡Vuestras deudas son terribles, señores! No se trata de que hayáis cometido errores en la administración de España, de que os hayáis equivocado en la política de España. Vuestra responsabilidad es mucho más grave. Habéis sido los dueños, los «amos» de España durante siglos; habéis tenido en vuestra mano el Gobierno y el Ejército, la Escuela, la urbe y la campiña; durante centurias habéis ensayado el temple de los cetros, triturando con ellos todas las semillas generosas de una mejor cosecha espiritual. Mientras pudisteis, os festejabais quemando en las plazas públicas a los compatriotas más inteligentes; cuando no podíais hacer esto les poníais cerco de hambre, o lo que es peor, de silencio. Os complacíais manteniendo al obrero en una servil ignorancia, y todavía hace poco, cuando ese obrero quería hacer política a su modo, que no era, naturalmente, el vuestro, sacabais las ametralladoras a la calle, las ametralladoras que los ametrallados os habían ayudado a pagar. ¡De este modo un siglo y otro siglo y toda una época! Sois los gerentes de la historia moderna de España, y como esta ha concluido en atroz bancarrota histórica, sois los responsables, no de un error administrativo, no de un error político, sino de la ominosa decadencia de una raza.
Por esto viene ya el día en que una generación de españoles os preguntará sañudamente: ¿Qué habéis hecho de nuestra raza? Fue en otro tiempo un pueblo prócer, hoy es un pueblo poco inteligente, desmedrado y sin nervios. Parió media América y hoy le habéis extirpado hasta el recuerdo de su prole. Sembrasteis concienzudamente, perversamente, por todo el planeta el desprestigio de nuestro nombre, que hoy significa atraso, torpeza e injusticia. Vivisteis halagando las bajas pasiones de una nación que dejabais inculta; le hicisteis creer, con vuestro terco «casticismo», que poseía todas las altas tradiciones, todas las esencias y rodas las gracias, todos los arrestos y todas las virtudes. ¡Ha concluido la inhumana farsa, señores! Vuestra equivocación ha sido mayor de lo que es lícito equivocarse.; creíais que el mundo caminaba hacia un lado, y el mundo da un vuelco hacia el opuesto, lanzándoos al vacío, como la rueda del carro victorioso despide el barro de su llanta. Vuestro fracaso alcanza dimensiones históricas, y es preciso que las tenga también vuestra expulsión. ¡Atrás los esquilmadores, los aniquiladores de España! ¡Atrás los que hicisteis a España, raza egregia, un pasado bochornoso; atrás con vuestras oscuras huestes tonsuradas!
Todas las mudanzas políticas que se anuncian serán nulas si no se proponen, declarada y resueltamente, eliminarles a “ellos” del influjo público que hasta ahora han ejercido.
No se trata de hacer pasar el Gobierno de las manos de unos individuos a las manos de otros individuos. Se trata de sustituir radicalmente el eje histórico de la existencia nacional, de entregar España a otras clases y maneras de hombres. No es tiempo de blanduras ni de acomodos. ¡Vosotros, los mejores, quienquiera que seáis; los que tenéis inteligencia y coraje suficientes, disponeos a resumir la historia no vivida de tres siglos en una historia ardiente de tres años!
Perspectiva
El texto anterior fue publicado en el diario El Sol, el 30 de octubre de 1918, por don José Ortega y Gasset. Donde dice “ellos“, Ortega escribió «las derechas», y su título es «La expulsión de las derechas». Por si las dudas, El Sol salía con el siguiente entrefilete: «El sol no admite subvenciones, ni anticipos reintegrables. Su precio es de 10 céntimos porque el papel cuesta más de 5, y no cuenta con más ingresos que los lícitos y confesables en que se basa toda empresa seria e independiente».
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