lunes, 27 de septiembre de 2010

Crunchy Cons


Vuelvo del Alto Palancia como Zaratustra cuando bajó de la montaña. O Buda en la higuera -como prefieran- pero sin raparme la cabeza (hay cosas que un viejo hippi no se puede permitir), y sin poner ese careto de Zetapé ante una aparición de Obama. Desde allí me enteré con dolor de que estaban arrasando la Vall D´Albaida, cabrones, y de que mi primo Pepe, que antes estaba en el paro, ahora está trabajando por el país. Total, que vengo hecho un salvaje, cuánto más chorradas llenan nuestro mundo de inútiles donde la foto es lo más importante, más asilvestrado me hallo.

Mientras esperamos que alguien se apiade y meta en un sanatorio a ese hombre, recordaba estos días un reportaje del semanario Alba, en la memoria porque lo perdí (mis disculpas, ni siquiera puedo citar al autor). Su título: Cuando la contracultura es de derechas.

Si preguntan por ahí o buscan en Internet la expresión "Crunchy con", en español, encontrarán toda una galería de postres y bollycaos más o menos crujientes. Pero no es eso. Crunchy con es una forma más elaborada del Conscious Capitalist, una especie de hippi conservador, y parte de un libro sin grandes pretensiones escrito por Rod Dreher: "Crunchy Cons: The New Conservative Counterculture and Its Return to Roots" (la nueva contracultura conservadora y su vuelta a las raíces). Un fenómeno que explota contra la presidencia de George W. Bush, cuando liberales extremos o acomodaticios, anarcoqué o neocon, encuentran frente a ellos los grandes valores del conservadurismo clásico; un combate irreconciliable en la propia derecha. Irreconciliable con los crunchies es la postura de socialistas y neocon, juntos como hermanos (véase la cumbre del milenio) a favor del aborto, la eutanasia y la pena de muerte. Por supuesto también contra toda la derecha estatalista (extrema derecha) y el socialismo, que son lo mismo, así como contra la izquierda más degenerada, dícese progresista. Tampoco es anarquismo... Porque, señoras y señores, es triste de pedí pero el Estado es necesario. Yo, como muchísima gente sin saberlo, me siento cómodo entre los crunchies, al igual que lo estará gran parte de la izquierda huérfana, el liberalismo de derecha o izquierda, el tradicionalismo no estatalista o una socialdemocracia ilustrada.

Rod Dreher mantuvo su propio blog, Beliefnet, hasta julio pasado. Ahora se le puede encontrar en BQO, Big Questions Online, donde hace lo que más le gusta, que es lanzar preguntas y desencadenar debates. Se puede consultar National Review, con sus archivos de 2001 a 2010. Lo que hay se redacta en inglés. Nada en catalán, muy poco en francés y menos aún en italiano. Desconozco otros idiomas como para opinar. En español, pequeñas referencias a los crunchies o hippies conservadores o ecocón.




Curiosamente en Europa son nombrados, para criticarlos, desde posiciones católicas, con animadísimos debates.

Los conservateurs écolos, les llama Yves Daoudal que discute con Philippe Maxence. La crítica, concretamente de católicos de derechas, es muy dura. Prácticamente les acusa de buenismo, casi de progres de derechas respecto a la autodefensa en temas como el islam. Ese es también mi principal desacuerdo, que me parece menor y fácilmente adaptable. Imagino que serán diferencias culturales. No es lo mismo hablar del islam en América que en Europa. Pregunten en Armenia, en Georgia por el rey David y Didgori, en Rumanía por Vlad Tepes. Pregunten qué pasa en España desde hace 1.300 años, Covadonga, Las Navas, Granada, Lepanto, Annual, 11-M... No podemos ni contar cuántas veces los hemos echado al mar. Por cierto, allá de donde vengo -Castellón- les dieron la opción de morir ante las tropas de Jaume I o de despeñarse por los acantilados... ahora hay unas zarzamoras buenísimas en los barrancos del Palancia.

Por mi parte, yo no admiro nada a los «Crunchy Cons». Me parecen adolecer de eso que llamo romanticismo político, un romanticismo que degrada el alto valor racional del conservadurismo en un tradicionalismo avalado por el subjetivismo y el angelismo. Ya no es una crítica política lo que proponen, sino una negación de la política que limita con el anarquismo (algunos entre ellos se definen de hecho como anarquistas).
Esta mentalidad agraria, aislacionista, tentación de la vieja derecha americana, conduciría al desastre y al triunfo de los peores. Abriría la vía al islamismo que no encontraría enfrente más que la sonrisa de negación de esos que han olvidado que hemos entrado hace mucho tiempo en la era atómica.
Sé que en esto me opongo ampliamente a mis amigos de la vieja derecha. Pero creo que nos equivocamos al sucumbir al romanticismo político. Eso solo puede acabar en el resentimiento, el deseo y el fango. Quien quiere hacer el ángel hace la bestia y el pacifista profesional o el Crunchy Cons aislacionista acaban un día u otro saludando a los bárbaros si no invitándolos, como el filósofo Alain en los 40, quien, como buen pacifista, se alegraba por adelantado de la victoria de Hitler.


Crunchy Europa, ¿Crunchy España?

Hay cosas con las que no se puede jugar, son lo sagrado: la Naturaleza, proteger el medio ambiente, y la Familia, ancianos y niños, dando prioridad a la cultura sin hacer depender todo de la economía. La economía es gestión y mercado, tiene poca discusión aparte trogloditas. Es necesaria una protección tan aguerrida frente al Estado como contra la depredación de las grandes empresas, siendo ambas cosas necesarias. Hay que redefinir prioridades. A esos que han quemado Valencia, como a los que violan niños, 30 años de trabajos forzados, igual que los terroristas. Plantar molinillos o destruir miles de hectáreas con paneles solares no es "ecologista", es un delictivo negocio para los amiguetes de la oligarquía. Todo lo contrario de la termosolar que, por supuesto, esconden nuestros ecolojetas gubernamentales. Es hora, en la derecha, de reivindicar lo mejor del conservadurismo, de argumentar por fin la superioridad moral de un auténtico compromiso conservador, de explicar por qué una verdadera conciencia conservadora ofrece los valores éticos de los que carece el progresismo.

El crunchy es más un estilo de vida que una ideología. Al crunchy español no le gusta el rumbo que toma el Partido Popular europeo, siente repelús por cualquier partido, y plantea una visión muy crítica sobre cualquier asociación política. Está, por tanto, fuera de la corriente principal conservadora. Del apocalipsis socialista, su Sindicato Vertical (CCOO-UGT-CEOE-Gobierno), sus piquetes Zapajugend y sus camisas pardas ni hablamos, pues están fuera, pero de la Historia (¿qué se puede esperar de unos señoritos que pactan entre ellos aparentar que se hacen una huelguita a sí mismos?). La derecha española ha llegado, por imitación, a tener los mismos objetivos de la izquierda: una enloquecida carrera por el dinero y el poder. Un conservador que no practica las virtudes de la austeridad y humildad, y que no administra sus bienes eficazmente, con mesura, -especialmente los bienes de la Naturaleza-, básicamente no es un conservador. Lo fundamental del conservadurismo tradicional es la cultura, no el dinero, ni mucho menos el poder, para eso existen los Partidos de la Codicia (PP, PSOE y sus aliados regionalistas). El conservador, aferrado a lo sagrado de la existencia, debe seguir el camino que trazaron nuestros padres romanos en busca de ese mundo que Edmund Burke definía como "de la razón, del orden, de la paz y la virtud". Sin cristianismo no existiría la Civilización, perfectamente compatible con la radical laicidad del Estado. La defensa de nuestra herencia cristiana, de la Ilustración y los valores democráticos es irrenunciable. Lo pequeño es mejor que lo grande; lo que produce tu vecino, mejor que las importaciones chinas; el tomate murciano, canario o de Aragón, mil veces mejor que el moro. Es una opción personal (mi religión no me permite comer en el Burger King), nada que ver con la apertura de los mercados. La tradición acreditada durante siglos es mejor que lo nuevo, mientras no se demuestre lo contrario. La belleza es superior a la eficiencia. La Naturaleza es lo primero a conservar, y la institución más esencial es la familia, tal y como defendió Russell Kirk. El gran enemigo es el relativismo, la crisis de valores alentada desde la corrupción moral, por lo que siempre se debe ejercer el contrapeso al Estado, a los lobbies del poder, los partidos y a las grandes corporaciones.

En mi opinión, sin meter crunchies por medio, sólo el arte justifica la vida.
Intentar reducir la realidad a los estrechos límites que establece la razón humana no es solo mutilarla sino, más gravemente aún, falsearla en su propia esencia. Toda interpretación de la realidad es, en última instancia, mera apariencia.

La belleza, la naturaleza, la religión, el amor y el arte son lo mismo, y no son un adorno, en ellos está la esencia. Lo demás es accesorio.

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